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Entradas

Mostrando entradas de diciembre, 2024

El hombre del sobretodo - Hugo Arce

  El hombre del sobretodo  Como todos los viernes, Vildocita fue temprano al bar. Tenía la costumbre de llegar apenas abría. En cuanto el bar abría, él entraba y se dirigía a la mesa contigua a la vidriera. Se sentaba de tal manera que tuviera la mejor vista hacia afuera. Vildocita —su apodo derivaba de conjugar su apellido con la palabra cervecita— parecía un espectador de cine. Tomar una cerveza mientras miraba hacia la calle y a quienes la caminaban era su dicha; una modesta dicha que se procuraba trabajando en los diversos oficios que ejercía: un día podía ser albañil, y al siguiente, carpintero. Aunque en más de una ocasión se había jactado de que, de haber tenido constancia y fuerza de voluntad, habría sido un buen vendedor, como lo había sido su padre. Pero a poco de comenzar en esa profesión, desistía. No podía hacer nada contra el rechazo que le producía verse vestido como su padre, caminando como él, hablando como él.   Vildocita era conocido por todos, per...

Las puertas del cielo - Julio Cortázar

  Las Puertas del Cielo  A las ocho vino José María con la noticia, casi sin rodeos me dijo que Celina acababa de morir. Me acuerdo que reparé instantáneamente en la frase, Celina acabando de morirse, un poco como si ella misma hubiera decidido el momento en que eso debía concluir. Era casi de noche y a José María le temblaban los labios al decírmelo.  —Mauro lo ha tomado tan mal, lo dejé como loco. Mejor vamos.  Yo tenía que terminar unas notas, aparte de que le había prometido a una amiga llevarla a comer. Pegué un par de telefoneadas y salí con José María a buscar un taxi. Mauro y Celina vivían por Cánning y Santa Fe, de manera que le pusimos diez minutos desde casa. Ya al acercarnos vimos gente que se paraba en el zaguán con un aire culpable y cortado; en el camino supe que Celina había empezado a vomitar sangre a las seis, que Mauro trajo al médico y que su madre estaba con ellos. Parece que el médico empezaba a escribir una larga receta cuando Celina abrió los ...

Domingos de Poesía

  Alba                                               A Jean-Marie Roosbroeck I Contemplar un jardín. Tras la cancela un vago rumor de sombra: impune amanecer, ya casi luz vencida, y más luces que se insinúan. Dalias y moluscos, gaviotas y jazmines tu plenitud asumen, tu soledad. Los muros, encalados, encubren la noche en pie, su historia. Ver la nube lacia, como si el mar fuese a la tarde un buque encallado entre labios de espuma. El mar. ¡Qué dulce silencio! Inmensidad sin nombre. En ti concluye todo, el amor, el tiempo, el chamariz que cruje bajo el zarpazo tímido del sol y ese insomnio de piedra que ha de fluir y acrece lo que es dolor, y duele, y se consume. II Contemplar un jardín. O el mar. Mejor el mar.                                   Qué importa la vastedad del cielo en ...